Tras el éxito cosechado por la entrada de “La mujer...también en Disney”, quiero hablar esta vez de la otra cara de la moneda: de las brujas Disney.
Tal y como cambió el concepto de princesita desvalida que busca a un príncipe encantado (o en su defecto encantador) para pasar a una mujer con las ideas claras y que no necesita ni de la fuerza, ni del intelecto (a veces presente, a veces bastante insignificante) de sus homólogos masculinos; Disney se pone al día poco a poco en lo que a malos se refiere.
Las temidas encarnaciones del demonio, muchas veces malvadas madrastras (humanas o mágicas), otras veces, simples brujas solteras y amargadas han dado a paso a villanos de todo tipo.
Un paso sustancial ha sido el permitir que, al igual que se empezó a apostar por las heroínas; los malos malísimos no tenían por qué ser féminas.
En muchas películas comienzan a aparecer villanos más indefinidos, como en Mary Poppins; empiezan a surgir enemigos con razones contundentes y más plausibles (como el dinero y/o el poder) como Jaffar en Aladín y siempre sin necesidad de que sea la madre mala que mantiene una relación edípica con su hija/hijastra.
Y es que, analizándolo detenidamente, encontramos cierto paralelismo entre princesa y bruja.
Blacanieves-La Reina Grimhilde
Cenicienta – Lady Tremaine
Aura (Bella Durmiente) – Maléfica
Ariel (La Sirenita) – Úrsula (La bruja del mar)
Las clásicas princesas Disney tenían su antítesis en sus respectivas malvadas. Sería curioso analizar las semejanzas y las diferencias entre cada uno de los pares que forman. En un primer vistazo, podríamos pensar que representan los polos de una misma cualidad (bueno – malo); pero haciendo una lectura más detenida podemos ver cómo se parecen más de lo esperado en un primer momento.
Se podría decir que representan más a los distintos aspectos de una misma persona, que a dos personas diferentes.
Cenicienta y Lady Tremaine son familia de alguna forma y establecen entre ellas una pugna por mantener el poder la una sobre la otra (cada una con una estrategia diferente, pero a fin de cuentas, con sendas estrategias para un mismo fin).
Blancanieves y La Reina guardan el mismo parentesco que el par anterior, pero esta vez se parecen en algo más: ambas son bellas. Lo que las diferencia es el sentimiento que surge en cada una al comprobar la existencia de otro ser igualmente bello. Blancanieves representa la humildad y acepta sin problema alguno la presencia de su “competidora”. Su antítesis representa la envidia más absoluta y llevada a su máxima expresión.
Tanto un extremo como el otro son improbables en una persona. Somos humanos y la envidia es parte de nosotros. La Reina es la expresión máxima de ésta, pero es igual de anecdótico encontrar al prototipo de Blancanieves.
Aurora congrega en su persona innumerables dones que las hadas tuvieron la generosidad de otorgarle en su nacimiento desafiando todas las reglas de la herencia genética.
Maléfica encarna la soberbia, la envidia y la ruptura total de cualquier norma impuesta por los “buenos”. Maléfica es poderosa, elegante y con su propio reino. Pero no necesita razones para ser cruel.
Es una parte oscura de nuestra psique, pero igualmente real y humana.
Las princesas Disney son un sueño, un estándar de perfección y felicidad concebida en un mundo de piruleta.
Las villanas Disney representan su contrario. Lo oscuro, lo cruel, lo pecaminoso (en su sentido más amplio en cuanto a la envidia y la soberbia) están concentrado en estas brujas solas y reprimidas que parecen luchar contracorriente y que no aprenden a pesar de que nunca ganan...
Sin embargo, lo representado por las villanas Disney es tan importante para completar nuestra visión de nosotros mismos con personas como su personaje lo es para la propia esencia de la historia.
Lo bueno no existiría sin lo malo en la misma medida en que un héroe no existiría como tal sin su respectivo villano.
Tal y como cambió el concepto de princesita desvalida que busca a un príncipe encantado (o en su defecto encantador) para pasar a una mujer con las ideas claras y que no necesita ni de la fuerza, ni del intelecto (a veces presente, a veces bastante insignificante) de sus homólogos masculinos; Disney se pone al día poco a poco en lo que a malos se refiere.
Las temidas encarnaciones del demonio, muchas veces malvadas madrastras (humanas o mágicas), otras veces, simples brujas solteras y amargadas han dado a paso a villanos de todo tipo.
Un paso sustancial ha sido el permitir que, al igual que se empezó a apostar por las heroínas; los malos malísimos no tenían por qué ser féminas.
En muchas películas comienzan a aparecer villanos más indefinidos, como en Mary Poppins; empiezan a surgir enemigos con razones contundentes y más plausibles (como el dinero y/o el poder) como Jaffar en Aladín y siempre sin necesidad de que sea la madre mala que mantiene una relación edípica con su hija/hijastra.
Y es que, analizándolo detenidamente, encontramos cierto paralelismo entre princesa y bruja.
Blacanieves-La Reina Grimhilde
Cenicienta – Lady Tremaine
Aura (Bella Durmiente) – Maléfica
Ariel (La Sirenita) – Úrsula (La bruja del mar)
Las clásicas princesas Disney tenían su antítesis en sus respectivas malvadas. Sería curioso analizar las semejanzas y las diferencias entre cada uno de los pares que forman. En un primer vistazo, podríamos pensar que representan los polos de una misma cualidad (bueno – malo); pero haciendo una lectura más detenida podemos ver cómo se parecen más de lo esperado en un primer momento.
Se podría decir que representan más a los distintos aspectos de una misma persona, que a dos personas diferentes.
Cenicienta y Lady Tremaine son familia de alguna forma y establecen entre ellas una pugna por mantener el poder la una sobre la otra (cada una con una estrategia diferente, pero a fin de cuentas, con sendas estrategias para un mismo fin).
Blancanieves y La Reina guardan el mismo parentesco que el par anterior, pero esta vez se parecen en algo más: ambas son bellas. Lo que las diferencia es el sentimiento que surge en cada una al comprobar la existencia de otro ser igualmente bello. Blancanieves representa la humildad y acepta sin problema alguno la presencia de su “competidora”. Su antítesis representa la envidia más absoluta y llevada a su máxima expresión.
Tanto un extremo como el otro son improbables en una persona. Somos humanos y la envidia es parte de nosotros. La Reina es la expresión máxima de ésta, pero es igual de anecdótico encontrar al prototipo de Blancanieves.
Aurora congrega en su persona innumerables dones que las hadas tuvieron la generosidad de otorgarle en su nacimiento desafiando todas las reglas de la herencia genética.
Maléfica encarna la soberbia, la envidia y la ruptura total de cualquier norma impuesta por los “buenos”. Maléfica es poderosa, elegante y con su propio reino. Pero no necesita razones para ser cruel.
Es una parte oscura de nuestra psique, pero igualmente real y humana.
Las princesas Disney son un sueño, un estándar de perfección y felicidad concebida en un mundo de piruleta.
Las villanas Disney representan su contrario. Lo oscuro, lo cruel, lo pecaminoso (en su sentido más amplio en cuanto a la envidia y la soberbia) están concentrado en estas brujas solas y reprimidas que parecen luchar contracorriente y que no aprenden a pesar de que nunca ganan...
Sin embargo, lo representado por las villanas Disney es tan importante para completar nuestra visión de nosotros mismos con personas como su personaje lo es para la propia esencia de la historia.
Lo bueno no existiría sin lo malo en la misma medida en que un héroe no existiría como tal sin su respectivo villano.
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