Lina Medina no había cumplido cinco años de edad cuando los brujos del villorrio donde vivía —Antacancha, 450 kilómetros al este de Lima, la capital de Perú—, comenzaron a alarmarse: ¿Qué le estaba ocurriendo a aquella niña cuyo vientre no dejaba de crecer?
Mientras la pequeña le hacía mimos a su raída muñeca de trapo, uno de los shamanes fijó su mirada en el cielo, «estableció» comunicación con el más allá y, minutos después, hablaron por su boca los inefables dioses de Los Andes: «Lina tiene una culebra dentro de la barriga —masculló—. Hay que sacársela».
En medio de liturgias y aspavientos, sometió a la niña a varios de los ritos incas usuales en la cordillera sudamericana. Pero —¡ay!—, ninguno de los procederes funcionó. Cuando finalmente no quedó nada «divino» por hacer, Tiburcio se echó a su hija a cuestas y caminó durante dos jornadas en busca de un médico de verdad.
Al llegar al hospital de la ciudad de Pisco, distante 70 kilómetros de Antacancha, el doctor Gerardo Lozada (que aparece en la fotografía) se hizo cargo de los exámenes preliminares de Lina. La dimensión de su vientre fue lo que más le llamó la atención. «Puede que sea un fibroma», especuló, suspicaz.
Pero, luego de evaluar una, dos, tres, diez…, ¡cien veces! las pruebas clínicas de la cincoañera con el rigor exigido por las circunstancias, llegó a una conclusión que lo anonadó como médico y como persona. «¡No es un tumor, es un bebé de ocho meses lo que la niña lleva en su vientre!», le gritó al padre.
Efectivamente, a los dos años y ocho meses de edad, a Lina ya se le habían desarrollado los caracteres sexuales, tenía pechos, vello púbico y menstruaba. Su madre la mandaba a lavarse en el río cuando esto sucedía.
El 14 de mayo de 1939 -el día de la madre- nació por cesárea un bebé perfectamente sano, que pesó 2,700 kilogramos y medía 48 centímetros. Le pusieron de nombre Gerardo en honor al doctor que la asistía desde el principio. Con tan sólo cinco años, siete meses y 21 días de edad, Lina Medina acababa de convertirse en la madre más joven reconocida de los anales de la Médicina. Y así quedó registrado el record en la Academia Americana de Obstetricia y Ginecología.
Pese a que el mundo se encontraba inmerso en plena guerra, la noticia llegó hasta los últimos rincones del planeta y desplazó la atención sobre todas las informaciones bélicas durante días. Desde muchos países llegaron instituciones para ofrecer cantidades desorbitadas de dinero a cambio de exhibiciones como curiosidad científica en ferias. Cuando ya la familia había firmado un acuerdo de 1.000 dólares semanales con la compañía estadounidense Seltzer por estudiar el caso, el presidente del Perú Oscar Benavides lo impidió y dictó una ley para alzarse con la tutela de la precoz madre y de su hijo bajo la promesa (incumplida) de otorgar a ambos una pensión vitalicia.
Entretanto, madre e hijo eran mimados en la clínica donde se acogieron a internamiento durante 11 meses. Funcionarios, artistas, diplomáticos, comerciantes y hasta políticos los visitaban y los colmaban de regalos. Allí, Lina aprendió a leer y a escribir. Diarios de la época cuentan que la niña le disputaba al pequeñuelo la posesión de los juguetes.
Su hijo fue criado creyendo que era el décimo hijo de sus abuelos, pero a la edad de diez años se enteró de que Lina no era su hermana sino su madre. En 1979 (a los cuarenta años) murió de una rara enfermedad en la médula ósea.
Actualmente Lina Medina, que se casó a la edad de 33 años y tuvo otro hijo en 1972, vive con su marido en un degradado suburbio de Lima conocido por su peligrosidad como la “Pequeña Chicago”. Jamás llegó a cobrar nada del estado. Muy al contrario, en la década de los ochenta las autoridades locales derribaron su casa para construir una autopista, sin que aún les hayan indemnizado por ello.
No se sabe quién fue el padre del niño, ni si la niña había quedado embarazada debido a una violación. El padre de Lina, Tiburcio, estuvo preso varios días como sospechoso por ello. Cuando fue liberado, las sospechas recayeron sobre uno de los hermanos de Lina, retrasado mental, que también resultó absuelto. En Perú se llegó a creer que Lina era una especie de Virgen María, que había concebido sin pecado original, por obra y gracia del Espíritu Santo. Todavía hoy en el pueblo de Antacancha los pobladores creen que Gerardo fue hijo del dios Sol.
2 comentarios:
tuvo que ser una violacion porque
no pudo ser obra del espiritu santo
porque solo paso una ves y nunca mas pasara tuvo que ser alguien de la familia oviamente si la ñiña se lavava en el rio cuando menstruava algien tuvo que averla visto y por esta razon la violaron
pero la ciencia hoy en dia esta tan avansada que yo creo que puede analisar mas el caso que comfirmar el hecho
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