Llegué el miércoles, con una habitación reservada hasta el domingo (incluido). Dentro de mi obsesión y planificación, leyendo cientos de blogs sobre Londres, españoles en Londres, spaniards, como sobrevivir en Londres y un largo etcetera, encontré un anuncio de un piso de españoles (valencianos concretamente) que alquilaban habitaciones de su casa en Stratford a españoles recién llegados y desubicados, ofreciendo alojamiento, orientación y buen rollismo. Tenían buenas referencias en los foros, con gente que hablaba maravillas, asi que me puse en contacto con ellos. Muy amablemente me dijeron que no tenían disponible habitación individual y que tendría que compartir con otra persona. No es que la idea me entusiasmara, pero bueno, al fin y al cabo eran solo unos días y después de tanta presión y tanto relato sobre las penurias de ser arrendatario en Inglaterra, ya NECESITABA el espacio de acogimiento que ofrecían estos chicos en su anuncio.
Y así acabé en la Mansión de la Paella.
Tras dos horas y media de transporte en metro y bus, llegué a la casa. Lo primero que me dijeron fue que tenía que quitarme los zapatos y dejarlos en la entrada para que la moqueta no se ensuciara. Tardé unos segundos en reaccionar ante la petición de un desconocido de que me descalzara delante de él (el del aeropuerto me lo esperaba...). Me quité las botas y entré en el salón, donde estaban un grupete de gente con sus correspondientes ordenadores repartidos por el salón a modo de escena de The Big Bang Theory. Alguno levantó la vista para saludar.
Me llevaron hasta mi cuarto, el que iba a compartir con..dos personas...al parecer una amiga de un amigo se había quedado sin casa y les había pedido el favor de que le hicieran un hueco. Uhmmm...reconozco que pensé que el favor se lo estábamos haciendo los que compartíamos la habitación con ella...porque estábamos en una habitación triple pagando el mismo precio que una doble. Pero luego me convencí de que igual era yo, que no estaba en el rollo "spaniards in London".
Así contado parece una historia más de penurias en Londres... Pero no lo es. Una vez pasado el primer shock, darme una ducha y ponerme las pantuflas (estas sí estaban permitidas), la gente fue bastante maja. Reconozco que más majos que yo. Me ofrecieron cena, estuvimos todos juntos charlando un rato y aunque estaba agotada, me resistía a irme de la reunión.
Ya al día siguiente era mucho más persona. Era capaz de mantener una conversación con los demás inquilinos…y enterarme un poco más de su vida. M es animador gráfico y está en Londres trabajando para una gran compañía de videojuegos haciendo la animación de uno de ellos. Además, próximamente empezará a trabajar en la nueva peli de Gozilla. Habla todas las noches por Skype con su mujer y sus hijas y es realmente enternecedor. S es profe en un cole de Londres. Bueno, es teacher assistant, porque no tiene la formación que le piden (es un cole que siguen el método de enseñanza Montessori). R, su novio, ha trabajado fundamentalmente en la construcción, pero ahora acaba de encontrar un trabajo como camarero en un hotel. RA, se dedica a las apuestas deportivas (no me queda claro si él se limita a apostar o al manejo de apuestas de otras personas). J también trabaja en animación pero, según me estuvo contando, es un puesto intermedio entre el equipo de creativos y el de animación. Creo que me enteré de 80% de lo que me contaba (y me sentí realmente orgullosa). M no sé a qué se dedica. Juraría que trabaja en un bar de copas; pero es pura intuición y el intento de dar explicación a los horarios que tiene.
Y así, uno a uno, van/vamos
conformando una mezcla curiosa de personajes y personalidades reunidos en un
espacio y un momento concretos casi por puro azar.
Y de repente, después de cenar
juntos y estar compartiendo en pijama (y pantuflas) las vidas y proyectos de
cada uno, entendí lo que elogiaban los desconocidos de los foros. La acogida de gente que está sola en otro país, o quienes han venido en grupo para vivir una aventura; la experiencia de la gente que lleva aquí un tiempo y, sobre todo, ese buen
rollo que se trasmite en el hogar que estos tres chicos han conseguido crear
en Startford, Londres.
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