sábado, 26 de julio de 2008

Los peces se alistan en la lucha antiterrrorista

Uno de los peces más comunes de América, el bluegill -también conocido allí como sunfish o percasol en España- ha sido reclutado en la lucha contra el terrorismo en Estados Unidos. Estos robustos peces de agua dulce, capaces de eludir a los depredadores ocultándose en tocones de árboles sumergidos y de sobrevivir durante semanas sin alimento, vigilan las provisiones de agua de tres grandes ciudades de EE UU, San Francisco, Washington y Nueva York, donde salvarían a más de 20 millones de vidas en caso de un ataque terrorista al ser capaces de detectar, en apenas unas milésimas de segundo, la más mínima alteración en la calidad del agua. Y no ha dado falsas alarmas hasta la fecha.

Desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, las autoridades de Estados Unidos temen que los terroristas intenten envenenar el abastecimiento de agua mediante sustancias químicas u otros agentes tóxicos, lo que podría matar o hacer enfermar a millones de personas de una vez. Conforme a la ley federal antiterrorista, todos los depósitos hidrográficos que abastecen a las ciudades deben someterse a exhaustivos controles para evitar agujeros de seguridad y sus aguas constantemente supervisadas para detectar la posible presencia de agentes químicos y biológicos. La cuestión es cómo hacerlo y estas tres ciudades parecen haber encontrado una solución barata, segura y eficaz.
Aunque este dispositivo -llamado IAC 1090 Intelligent Aquatic Biomonitoring System- funciona con éxito hace casi cuatro años, no se había dado a conocer hasta el momento. Usando una tecnología creada por el Ejército de los Estados Unidos hace 30 años, una empresa científica, Intelligent Automation, garantiza la seguridad del agua para los 20.400.000 habitantes que suman San Francisco, Washington y Nueva York usando un pequeño grupo de peces -no más de ocho- que mantienen en tanques constantemente llenos del agua del suministro municipal en cada una de estas ciudades.
Cuando las mojarras tosen
Los percasoles, de 7,5 centímetros, reaccionan rápidamente a las pequeñas alteraciones en la pureza del agua, por lo que sirven de alerta a los científicos. En los tanques, se monitoriza mediante electodos el comportamiento de los peces y sus constantes vitales: el ritmo de su respiración, el latido del corazón, el modo en que nadan e incluso si tosen. Los sensores detectan al milímetro las señales eléctricas generadas por los peces, los cuales cambian repentinamente sus movimientos si hay alguna toxina en el agua, lo que activa automáticamente una alarma que se notifica al personal ambiental por correo electrónico, buscapersonas o teléfono móvil, al tiempo que se toman muestras del agua.
Esta alerta puede hacer detenerse los sistemas de abastecimiento de agua si es necesario. Según informa la agencia Bloomberg, los bluegills son sumamente sensibles a un amplio número de toxinas, por lo que el sistema, cuyo coste es de entre 45.000 y 110.000 dólares, puede detectar la presencia en el agua de metales tóxicos, cianuro y pesticidas. Cuando estos centinelas de agua dulce son expuestos a este tipo de sustancias, experimentan una especie de ataque de tos, doblando sus agallas para expulsar las partículas no deseadas. "Se trata de un sistema temprano de advertencia que actúa como una primera línea de defensa" explica a la BBC Bill Lawler, cofundador de la sociedad Intelligent Automation, con base en San Diego.
"Un pez por sí solo no puede causar una alarma, pero si cinco o seis de ellos se alteran mucho y muestran síntomas de angustia es que algo anda mal", añade Lawler. "Es similar a un doctor cuando pone el estetoscopio sobre tu pecho en busca de algo que no es normal. La diferencia es que aquñi, lo que se mira es el sistema respiratorio del pez", indica a The Washington Post el biólogo Tom Shedd, uno de los investigadores que ayudó a poner en marcha el sistema.
Los bluegills de la ciudad de Nueva York han probado recientemente su eficacia cuando detectaron trazos de diesel en el agua antes que cualquier otro de los dispositivos del Departamento de Protección del Medio Ambiente. Sin embargo, el sistema tiene sus limitaciones. Los peces no pueden alertar, por ejemplo, de la presencia de gérmenes y son inútiles contra otros tipos de ataques como el bombardeo de una conducción de aguas o el pirateo de los sistemas informáticos que controlan el flujo del agua.

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