martes, 11 de diciembre de 2007

El amigo invisible

Siguiendo la línea de temas navideños, quiero hablar de la que para mí es una bonita tradición: el amigo invisible. No se trata de los amigos imaginarios de la infancia (o de esos que aparecen tras algún consumo ilegal...). Hablo de la costumbre de intercambiar regalos sin saber quién regalará a quién.

Para explicar el porqué me gusta tanto esta forma de intercambio de regalos tengo que remontarme a mi más tierna infancia, cuando el grupo de amigas del colegio nos entreteníamos con un curiso juego, al que llamábamos así: el amigo invisible.

No se trataba de hacer un regalo para reyes o para ninguna otra ocasión. Ni siquiera se hacía un reparto con papelitos. Simplemente un día decidías que ibas a ser la amiga invisible de fulanita de tal y el juego comenzaba. Le dejabas cartas anónimas con acertijos, pistas para que averiguara tu identidad; le dejabas caramelos en el pupitre o regalitos de escaso valor (económico claro, porque del otro...no tenían precio). Compinchabas a todas las demás, para que te escribieran las notas para que así no te descubrieran por la letra o para que te soplaran las indagaciones que tu "víctima" iba haciendo...

Esta peculiar diversión, digna de cualquier acosador, pero con la inocencia y la ternura de nuestros 12 años, derivó en la instauración de la costumbre de este juego con varios participantes y previo sorteo con papelitos. De nuevo, no había regalo al final o si lo había, no era materialmente valioso.

Al crecer, el amigo invisible se convierte en una forma de simple intercambio de regalos, perdiendo la esencia tierna de aquellos años, perdiendo ese halo como mágico de las cartas hechas con esmero y plastidecor solo para tí; dejando atrás el caracter de exclusividad con el que habían elegido tu golosina preferida en el bolsillo de tu babi, diciendote, entre líneas "te conozco y he pensado en tí al elegir este regalo"...Algo que ningún regalo debería dejar de decir.

Por eso quiero reivindicar algo. Quiero volver al amigo invisible de esos años. No a las notas o las golosinas (que no están nunca de más), sino a la verdadera razón de hacerlo...volcarte en hacer sentir especial a aquel de quien eres su amigo invisible".

Hacer esto implica esfuerzo; esfuerzo al preparar las notas o regalos pero sobre todo y en mi opinión más importante, el esfuerzo por conocer a esa persona, por acercarnos a ella y averiguar qué le hace sentirse especial.
Recibir este regalo será una experiencia entrañable. Regalarlo y ver su cara, una experiencia emocionante, prometido.

1 comentario:

MART dijo...

ay ana!!!y yo tu amiga invisible por excelencia!!!
si es que eres genial!!y te prometo que has cumplido tu objetivo en todos los regalos que me has hecho!!!
una vez más GRACIAS!!