lunes, 4 de noviembre de 2013

El tanteo

Aparte de todas las opciones (profesionales y de ocio) que ofrece el venirse a una ciudad nueva, en otro país...lejos de quienes te conocen, es la de poder reinventarte un poco. Creo que esto es algo con lo que todo el mundo ha fantaseado o que incluso ha experimentado al empezar de cero en algún sitio.
Puedes empezar de nuevo, causar nuevas primeras impresiones...ser quien te apetece ser. Sin tener que pelear con la inercia o con la imagen que quienes te rodean tienen ya de tí. Somos más libres, porque nos sentimos con más posibilidades. Es como un cuaderno en blanco en el que podemos empezar a escribir... O eso pensamos. Por fortuna o por desgracia, esto no dura mucho; y al cabo de un tiempo, uno termina siendo más o menos como era en su casa.



Pero sí ofrece una posibilidad valiosa: la de tantear.
Experimentar con nuevos roles, con nuevas formas de enfrentarse a la vida.

En general, en nuestra vida jugamos distintos roles en función del contexto en el que nos encontramos. Serían los distintos tipos de yoes que conforman quienes somos. El yo que juega un rol en la familia (como hijo, como hermano, como padre...), el que juega un papel en el grupo de amigos, en el trabajo, con los compañeros dentro de la oficina y con los compañeros fuera de la oficina... Asumimos diversos roles pero los mantenemos de una forma más o menos constante...a menos que algo cambie.
Quien más y quien menos puede identificarse con esto. Ahora, pongamos que, de repente, puedes cambiar de roles. Que puedes ser el gracioso de la oficina, el fiestero del grupo o el líder de tus amigos. Pongamos que se te permite presentarte como alguien misterioso, interesante, seductor, friki, hippy...o que puedes ser alocado y sin tabúes...convertirte en hipster o en intelectual...Lo que sea. Es, cuanto menos, tentador.

Experimentar, aprender, probarnos a nosotros mismos para ver cómo nos sentimos.
Pero al final, volvemos a nuestro ser. No nos convertimos en otra persona.

¿Y de qué sirve, entonces? Pues además de ser tremendamente divertido, es muy enriquecedor. Algo en nosotros sí cambia; quizás simplemente poder ver que ser como siempre habíamos querido ser no es tan emocionante; probar que podemos hacer cosas que no nos atrevíamos; o incluso encontrarnos a nosotros mismos (en el sentido más filosófico) en algún lugar en el que no se nos había ocurrido buscar.

Cierto es que esto puede darse en muchas ocasiones, así, según sales del super del barrio...pero es cierto que una temporada en el extranjero lo hace más fácil.
Puede que por eso la experiencia erasmus sea tan maravillosa como cuentan quienes han podido tenerla. Y por eso puede que esta sea una oportunidad para mí también (que no tuve erasmus aunque sí varios cambios de ciudades y empezar de cero). Y oye, mucho mejor si uno está en un sitio como Londres, donde pasas tan sumamente desapercibido que nadie se va a parar a pensar si algo"te pega" o no.
Sales del mundo que te rodea, conoces gente diferente, interesante, rara, excéntrica (que igual están probando también, quien sabe!) pero que te ponen en bandeja la experiencia de jugar a ser otro...al menos durante un rato.

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