lunes, 11 de noviembre de 2013

Reencuentro en la Mansión de la Paella

El sábado estuve, de nuevo, en la Mansión de la Paella. Celebraban el primer aniversario de la apertura de esta "casa de acogida" para españoles expatriados y congregaron a todos los ex-paelleros para la ocasión. Cualquiera que hubiera pasado por allí estaba invitado.
Como me fui un poco corriendo de la casa para poder hacer el traslado a mi nuevo hogar, les prometí acercarme a la fiesta para compartir comilona con ellos y poder despedirme en condiciones.
Y así lo hice.
Seríamos unas 20-30 personas, que fuimos llegando en torno a media/una hora después de lo que habíamos quedado (Spanish, my darling!). Los anfitriones estaban ultimando los preparativos, que constaban, desde camisetas con el logo de la casa (solo para ellos, no se si en algún momento se plantearán ponerlas a la venta) hasta sobrecitos con el sello de la firma, una servilleta y un tenedor. Y por supuesto en blanco y rojo, colores corporativos. Todo muy cuco.

Los invitados entraban a la casa en grupos de tres-cuatro personas, tras haberse descalzado previamente, claro. Saludaban efusivamente a los chicos de la Mansión y algún que otro invitado que debía ser un viejo conocido y se servían una cerveza. Como en casa.
Un ambiente festivo-hogareño que solo da el compartir moqueta con 20 desconocidos sin zapatos... Sigo sin verlo. Pero allí me plantifiqué yo también. Ya previsora me había llevado unos calcetines (de estos con silicona en la suela), para poder ponerme sobre las medias a falta de pantuflas.

El caso es que me resultó imposible conocer a todos los que estaban allí, empaparme de sus historias de búsqueda en la capital Británica. Solo pude hablar con unos pocos. Pero me reencontré con mis compañeros de cuarto. M había llevado a su mujer, que estaba pasando el fin de semana en Londres y MI, a la que yo ya he asociado con un rol de trabajadora nocturna también estaba allí.

MI bajó cuando ya había bastante gente en el salón. Debía seguir hospedada allí. Con el pelo mojado y una camiseta de manga corta con la que se veía el ombligo en determinados movimientos. A lo moda de los 90... Todos allí, tratando de recuperarnos del frío de esta ciudad (que estamos a 10 grados cuando sale el sol). Ella de esta guisa.
Evidentemente consiguió el efecto probablemente deseado: que todos la miráramos. Podría arriesgarme con una aproximación diagnóstica, pero no es el tema de esta entrada y además, estoy sesgada por el recuerdo de las mañanas en las que no me pude secar el pelo porque ella seguía dormida.

Además de mis compañeros de hospedaje, conocí a varias personas interesantes. Eramos una mezcla curiosa, un cuadro que trataré de describiros.

- Los dos andaluces. Pues eso, dos chicos andaluces que decían ser primos (llegó un momento en el que no sabía si eran familia realmente o si era un apelativo cariñoso...). Ambos viven en Londres desde hace casi un año. Están compartiendo habitación, por lo que pasan mucho tiempo juntos. Se pasaron la tarde metiendo ficha a las dos rubias de la fiesta.
- La rubia guiri. Una infiltrada. No se muy bien qué hacía allí. No parecía haber venido con nadie y no se relacionaba casi, porque no hablaba ni entendía una sola palabra de español. Y lo de ser corteses y hablar en el idioma común... estuvo presente los dos primeros minutos.
- La rubia catalana/guiri. La denomino así porque no se muy bien de donde era. Hablaba castellano bastante bien; con mucho acento inglés. Pero estaba en Londres haciendo las prácticas de la universidad de Barcelona (que era donde estudiaba).
- El diseñador gráfico. Un chico que se había plantificado en Londres hacía poco más de un mes porque quería dar un giro a su vida, harto de rutina y monotonía. Conservaba su trabajo en España, que llevaba a cabo vía online.
- Un coreano, compañero de inglés de uno de los anfitriones que, si bien no tenía ni papa de español, estaba super integrado en la fiesta. Se marcó un gangnam style que se metió al público en el bolsillo.
- Una enfermera canaria, que llevaba bastante tiempo trabajando allí y que era asidua a las reuniones y festejos del grupo.
- La hermana de R, que actuó como co-anfitriona por parentesco.
- Un chico que cumplía todos los estereotipos de locaza.
- Un canario que hablaba con todo el mundo, haciendo chistes y quejándose del frío que hacía en Londres.
- Las best friends, un par de amigas, vestidas de forma intrigántemente parecida, que se habían conocido tiempo atrás en la Mansión de la Paella y ahora eran íntimas. Se habían ido a vivir juntas.
- El que no quiere crecer. Todo un veterano, destacado entre la juventud (tengamos presente que la media de edad no llegaba a los 30), pero el que se apunta a todas las fiestas aunque parezca el padre de todos.
- Los que se juntan porque no conocen a nadie más. De estos había varios. Como en todo grupo social, los más tímidos tienden a juntarse en un mismo grupo, dentro del cual se sienten aceptados e integrados.
- Un argentino que trabajaba en atención al cliente de una marca de telefonía móvil inglesa, pero que había venido a Londres en busca de una oportunidad en el mundo de la música, que es su verdadera vocación.
- Un italiano que trataba de entenderse con el personal mitad en italiano, mitad en inglés.
- Un valenciano que me contó que había llegado un día a su casa y le anunció a su madre que había comprado un billete a Londres para probar suerte allí. Cansado de esperar su oportunidad, cualquier oportunidad según me decía...se estaba planteando falsear su CV.
- La mujer de M. Mención aparte; una mexicana afincada en Galicia por amor. Extrovertida, totalmente integrada y tratando que todo el mundo se sintiera igual. Se merece una entrada aparte.

Y muchos más que no me dio tiempo a escudriñar para poder completar el mosaico de personajes que nos juntamos allí esa tarde.
Es lo que tiene juntarte en el extranjero, que casi todo vale. Te juntas con gente más o menos afín, bajas el rasero, te parece estupendo con tal de que hable tu idioma y sepa cómo sabe una tortilla de patatas de verdad. Son personas que, probablemente en cualquier otra situación, no nos habríamos encontrado. Lo bueno, que descubres cosas que en cualquier otra situación probablemente, te habrías perdido.

1 comentario:

Silvia dijo...

Qué experiencia!!! Me ha encantado el momento coreano :-)